El Universo entero se mueve en una espiral. Un movimiento giratorio continuo, alrededor de algo mucho mayor que nosotros mismos, que lentamente nos hace ascender hacia lo elevado y nos acerca a la divinidad.
En el Universo todo gira. La Luna gira alrededor de mí, de la Tierra. Yo giro alrededor del Sol. El Sol gira alrededor del núcleo de la Vía Láctea. La Vía Láctea gira alrededor del centro de masas del Grupo Local, su familia de galaxias. Y así hasta el Universo entero, hasta todo lo creado y materializado.
Nuestra vida gira alrededor de algo más grande que nosotros mismos. El año es el conjunto de fases por las que transito en un giro completo dentro de la espiral. A veces es invierno, otras veces verano. A veces primavera y otras veces otoño. A veces florezco en una gran explosión de fertilidad, otras veces te doy todos mis frutos. A veces entro en letargo y muero y otras veces me refugio en mi interior. Y mientras transito mis fases, crezco. Cada año es diferente. He experimentado y aprendido con grandes glaciaciones. He probado con grandes períodos de sequía. He creado vida en mi interior y he sufrido al extinguirla. He creado grandes pandemias y enfermedades. Pero también me he regalado largos períodos de crecimiento y evolución.
Tu vida transita en ciclos también. Tus patrones mentales te tienen encadenada, como un tigre dentro de una jaula, dando vueltas a su alrededor. Las situaciones se repiten, con las mismas o con diferentes personas. Los espejos reaparecen, mostrándote a tu señor. Pero en cada vuelta que das alrededor de tu tirano, un nuevo aprendizaje aparece. Cada vuelta rompe un eslabón. En cada vuelta hay un crecimiento, te mueves ascendiendo en la espiral.
Caminas en ciclos repetitivos que te muestran repetidamente lo que debes trabajar. Y en cada vuelta que das alrededor del mismo asunto, asciendes un poco más con un nuevo aprendizaje, tras un nuevo esfuerzo. La espiral es el camino hacia lo elevado, hacia la divinidad.
Otras tradiciones espirituales ya hablaron de esto. En el centro, el altar, representa la divinidad que ansiamos encontrar. El espíritu. Nuestro verdadero ser. La unión con el TODO. Alrededor del altar, de la divinidad, transitamos en ciclos de crecimiento. El altar fue creado para caminar alrededor de él, no para ser simplemente observado. Nos movemos a su alrededor pasando por las cuatro direcciones, por los cuatro elementos. A veces trabajamos desde la mente. Otra veces desde el alma. A veces el trabajo es terrenal. Otras veces el trabajo está en nuestra propia energía.
La espiral, ese símbolo sagrado, se encuentra presente en todo lo que hacemos y en todo lo que existe. Búscala, camina a través de ella y asciende hacia tu espíritu.