La simbología de los cuatro elementos, las cuatro direcciones, las cuatro esencias del ser. Usada y conocida, aparece en prácticamente todas las religiones y corrientes espirituales. La gran transmutación del ser humano es el saber equilibrar alquímicamente sus elementos, conectando a través de ese equilibrio con el quinto elemento, el Espíritu.
Somos aire. Somos agua. Somos tierra. Somos fuego. Los abuelos ya conocían nuestra composición. En la actualidad cualquier científico dirá que el ser humano está compuesto de huesos, músculos, órganos y piel. Pero no es eso. Esa es la composición del cuerpo físico. ¿Y nuestra mente? ¿También se compone de eso? ¿Y nuestros sentimientos?
Somos aire. Somos agua. Somos tierra. Somos fuego. Somos mente. Somos consciencia. Somos cuerpo. Somos acción. Y juntos, en consonancia y equilibrio, nos conectan con el Espíritu, lo que de verdad somos.
SOMOS AIRE
Somos AIRE, somos pensamiento. Somos mente. Tu cabeza difícilmente puede dejar de pensar. Dispones de una maravillosa herramienta, llamada pensamiento, que te permite razonar y traer ideas. Algunas locas, otras sensatas. Aunque, ¿Qué es loco y qué es sensato?
El elemento Aire es peligroso en los días que corren. Una sociedad altamente tecnificada y digital, dispone también de numerosos entretenimientos para la mente. Entretenimientos que «entretienen«, que «distraen» al ser humano de su verdadera misión y propósito. Es fácil convertirse en un mero espectador de la vida de otras personas, anhelando salir ahí fuera a hacer lo mismo pero sin pasar a la acción, ya que el espectador únicamente mira y sueña.
Convertirse en una persona muy mental tiene sus riesgos: rigidez en el pensamiento, fanatismo como norma, ideologías heredadas de otros… Hasta el punto en el que podemos llegar a creernos que somos el personaje inventado por nuestra propia mente.
Pero no olvidemos que cualquier cosa, antes de materializarse, se concibe en una idea. Todo se gesta en un pensamiento. Toda idea es una creación potencial. De ahí que este elemento sea tan potente, creador y destructor por igual.
SOMOS AGUA
Somos AGUA, somos consciencia. Somos sentimiento. Somos sombra. Las aguas subterráneas de nuestro ser transportan aquello que no vemos pero que reside en nosotros. Como si de la sangre de las venas se tratara, emana solamente en determinadas ocasiones, en especial cuando aparecen las heridas.
¿Qué escondemos dentro de nosotros? ¿Qué hay en nuestro ser que no es fácilmente detectado por nuestra mente pensante? Los sentimientos. La consciencia. La forma en que conectamos con la divinidad. Las heridas de nuestra infancia. La herencia de nuestros ancestros. Muchas de las cosas que somos pero que hemos tapado por no hacer sido aceptadas por nuestro entorno. La sombra, en definitiva.
¿Cómo conectar con el elemento agua? Hay muchas formas de conectar con este elemento, pero para hacerlo de forma consciente lo mejor es hacerlo a través de alguna corriente espiritual. Algunas personas ya sienten la alegría de estar conectadas con este elemento. Sin saber muy bien cómo, y a veces sin saber que tienen vía libre para acceder a este canal, algunas personas lo consiguen. Si no es tu caso, a través de la meditación, de alguna religión o de otras técnicas espirituales puedes ir poco a poco dando luz a esa sombra.
Estar demasiado conectados a nuestra vida interior o a nuestra sombra, también es un desequilibro. Vivir y revivir una herida interior, por ejemplo, no es vida. Explotar continuamente sin saber muy bien por qué, puede significar que tenemos asuntos pendientes con nuestra sombra.
El elemento Agua debe usarse para indagar, para conectar con lo desconocido. Buscar el origen de nuestros automatismos para poder traerlo al plano mental, entender su origen, perdonarlo y sanarlo.
SOMOS TIERRA
Somos TIERRA, somos cuerpo. Somos el plano físico, somos abundancia. Somos el vehículo físico al servicio del plano espiritual. Somos la experiencia terrenal que vive nuestra mente enriquecida con la sombra.
La Tierra, nuestra madre, nos proporciona el cuerpo físico que necesitamos para transitar por esta experiencia. Eres Tierra. Soy Tierra. Somos Tierra. Todos nosotros estamos hechos de Tierra, de La Tierra.
Nuestro cuerpo, nuestro hogar, debe estar sano. Nuestro elemento Tierra debe estar sano para poder moverse en esta realidad. Por lo tanto, hay que cuidar de este elemento, pues sin él el resto de elementos no se sostienen.
Cuidado con entregarse demasiado a este elemento. Cuidado con entregarse demasiado a los placeres corporales, adicciones, consumismo y otros placeres terrenales. Como en el resto de elementos debe reinar el equilibrio. Pero tampoco pequemos de carencia a la hora de demandar al elemento. Somos hijos de la Tierra, por lo tanto pidamos y busquemos lo que ésta tiene reservado para nosotros.
SOMOS FUEGO
Somos FUEGO, somos energía. Somos transformación, somos alquimia. Somos acción en movimiento. Nuestra mente crea en función de los principios de nuestro corazón. El fuego inyecta la energía necesaria al cuerpo para poder dar forma física a la tarea.
El fuego, elemento alquímico transmutador, es el que nos da la fuerza y energía para poder llevar a cabo nuestros deseos. Su energía puede crear aleaciones de mente y corazón de forma eficaz y perfecta. El fuego puede transmutar el pensamiento bajo la fragua de los sentimientos y aplacar el ego.
Pero cuidado con el fuego, que también puede alimentar aquello que no queremos. Como si de un incendio se tratara, el fuego puede prender y alimentar a nuestro elementos desequilibrados. La falta o el exceso de energía no serán buenos tampoco.
En el equilibrio de nuestros elementos reside la felicidad. El trabajo con los elementos que se nos van desequilibrando produce ciclos en espiral, a través de los que vamos ascendiendo en un perfeccionamiento hacia el espíritu.