La mente

de Mi Planeta

¿Qué es la mente? -preguntó. La mente es el ego -dijo una. La mente puede ser una gran amiga o una gran enemiga -dijo otra. La mente es como un computador que procesa todo lo que hacemos y pensamos -dijo otro. ¿Tú eres mente? ¿Tu mente eres tú? ¿Tu mente es algo moldeado por tu entorno y circunstancias? ¿O más bien podemos decir que tu esencia y tu ser reside en tu mente?

¿Qué es y dónde está mi mente?

¿En qué plano reside la mente? ¿Dónde podemos encontrarla? Aunque no podamos verla, todo parece indicar que sus acciones se desarrollan en el plano material, es decir, en el mundo en el que vivimos. Así pues, la mente parece residir en tu cerebro y toma decisiones en función de: las señales que recibe del exterior, de unos patrones adquiridos que le indican cómo debe comportarse ante esas señales y de unos recuerdos que proporcionan experiencia procedente de otras situaciones similares. Y esas decisiones se transforman en una acción en el plano material. Así pues la mente reside en el plano material, toma decisiones, dispone de unos patrones de comportamiento y de un conjunto de recuerdos.

La mente, además de permitir vehicular nuestro pensamiento racional, se comunica con los planes sutiles y los más densos de nuestra experiencia vital. Así pues, a través de la mente hacemos uso de nuestro cuerpo. Y además, gracias a la mente, podemos conectar con nuestros sentimientos, sensaciones, nuestras sombras… es decir, con ese lado sutil de nuestra existencia que parece no estar, pero que muchas veces se hace presente sin que nos demos cuenta.

¿Soy yo mi mente?

¿Podemos decir entonces que el conjunto de elementos con los que cuenta la mente, componen nuestro ser? Es decir, ¿yo soy mi mente? La respuesta es NO. Cuando nacemos, todos nosotros somos un ser. Casi podríamos decir que somos un ser de luz: impoluto, sin maldad, sin presunciones ni opiniones. Un animalillo que se limita a expresarse simplemente ante sus necesidades fisiológicas.

Sin embargo en el preciso instante en el que nacemos empezamos a recibir pequeñas manchas sobre nuestro ser de luz. Manchas procedentes de nuestro entorno: este niño es guapo, es un poco llorón, se porta muy bien, es muy bueno, está regordete… El ser de luz recién nacido se empieza a contaminar de etiquetas y pensamientos. 

Condicionado por esas etiquetas, entorno y circunstancias, el ser de luz queda oculto tras una gruesa capa a la que denominamos ego. La mente empieza a tomar el control de nuestras acciones, haciendo uso del cuerpo sobre el que se sustenta y siendo moldeada por el ego creado.

Comunicación entre planos

Como decía, la mente nos permite el acceso a los planos más sutiles de nuestro ser. En primer lugar, la observación de nuestro cuerpo y su funcionamiento (como la respiración) y de nuestros automatismos conductuales (el ego), nos permite identificar qué partes son originales en nosotros y qué acciones, reacciones y pensamientos pertenecen al ego. Esto nos da acceso a ese ser de luz del que hablábamos anteriormente, puesto que seremos capaces de romper lentamente las envolturas que hemos creado para él.

A su vez, al observarnos a nosotros mismos, iremos iluminando lentamente nuestra sombra, es decir, todo aquello que no identificamos como nuestro porque lo hemos rechazado pero que en realidad ahí está. La sombra, además, suele aparecer de forma abrupta cuando algo que hacemos no está en consonancia con lo que de verdad sentimos, por lo que el estar en constante comunicación con ella nos ayuda a poner palabras y entender los complejos procesos mentales que ocurren en nuestra vida.

Así pues, si tuvieras que responder tú ahora ¿Qué es la mente? ¿Qué dirías?

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