Cuando empezó a tomar conciencia de sí mismo es cuando el ser humano empezó a creer. Empezó a creer que determinadas cosas a su alrededor no tenían explicación. Que el origen de determinados eventos podía estar en algo mucho mayor y más poderoso que cualquier otra cosa sobre la Tierra. La muerte rápidamente se evidenció como algo inexorable a lo que todos llegarían, desapareciendo de este plano pero ¿quizás yendo a otro? En el post de esta semana hablamos de cuando el ser humano empezó a preguntarse cosas de la vida misma.
Un origen inexacto
Las primeras evidencias que se tienen de lo que podría definirse como conducta religiosa, datan del paleolítico medio. Parece ser que los Neandertales serían los primeros humanos en enterrar intencionadamente a sus difuntos, junto con lo que podría denominarse un ajuar funerario: herramientas de piedra y hueso serían depositadas junto con el cadáver. Algo muy significativo teniendo en cuenta la dificultad de la fabricación de esas herramientas durante ese período, por lo que solamente se haría por un motivo verdaderamente importante. Algunos animales, como el oso, serían considerados animales sagrados, o Tótem, y su caza sería acompañada con rituales de culto al animal.
Primeras evidencias concluyentes
Pero los primeros enterramientos humanos indiscutibles datarían del Paleolítico superior. Han sido hallados numerosos ajuares funerarios que datan de este período, así como figuras antropomórficas y pinturas rupestres que sugerirían que los humanos ya creían en la existencia de determinados seres sobrenaturales. La Cueva de Chauvet es un ejemplo de este tipo de pintura. Datada hace unos 32.000 años, además de representarse escenas relacionadas con la caza, se pintaban símbolos abstractos, líneas y puntos.
Las escenas de caza en muchas pinturas rupestres sigue siendo un gran misterio. Probablemente los humanos de esos pequeños asentamientos no realizaran esos trabajos murales para dejar constancia de su forma de vida a las actuales sociedades. Es mucho más probable que estas pinturas tuvieran un sentido ritual en el que se representara la escena de caza como agradecimiento, o para solicitar ayuda, a los seres mágicos que tuvieran algo que ver con esa buena jornada de caza.
De igual forma, el cuerpo de la mujer era asociado con la fertilidad y a la abundancia, no solamente en el sentido de reproducción y crecimiento de la tribu, sino también con la fertilidad y abundancia de la Tierra. La gran cantidad de figuras antropomórficas halladas en numerosos asentamientos hace pensar que éstas eran pequeñas ofrendas entregadas a los seres mágicos o Deidades indígenas para que fueran benevolentes y ayudaran con las cosechas y la disponibilidad de alimentos.
No olvidemos que el ser humano se encontraba todavía en una fase muy inmadura y de desconocimiento. Todo era nuevo y muchos fenómenos no tenían explicación. Y todo lo que no puede ser explicado era asociado a la magia y a seres o entes mucho más grandes y poderosos que el ser humano, y que actuarían sobre eventos como el día y la noche, el Sol, la Luna, las tormentas, los terremotos, los volcanes, la lluvia, las sequías, la caza o las buenas cosechas.
El culto a los ancestros
Sería también hacia el final del Paleolítico superior cuando surgiría el culto a los ancestros. Ya no solamente hablaríamos de los rituales funerarios, sino también del culto ritual a los antepasados. Probablemente durante este período ya empezaría a usarse esta comunicación con los antiguos, por determinados gobernantes como elemento de control y poder sobre las sociedades, al convencerlas de que se dispone del favor de los ancestros para controlar el territorio y la sabiduría.
El culto a los ancestros perduraría durante muchos miles de años. Hoy en día rendimos culto a nuestros muertos, personas a las que queríamos y nos han abandonado, pero no podemos decir que se haga lo mismo de forma generalizada con los ancestros. Sin embargo aquellas sociedades siguieron durante muchos años rindiendo culto a los héroes locales que formaban parte de sus mitos, así como a los fundadores de sus tribus.
Observatorios astronómicos y calendarios
Existen en muchos lugares del planeta grandes monumentos megalíticos de los cuales se cree que tenían función de observatorio astronómico o calendario. El calendario era un elemento muy importante en estas sociedades. Sembrar, plantar y cosechar debía realizarse siempre en el momento justo, puesto que no se podían permitir el lujo de errar en este cálculo. La subsistencia de la tribu dependía de ello.
Sin embargo, estos grandes monumentos debían tener algún otro uso o significado mayor. Stonehenge, en el Reino Unido, tiene varios enterramientos a su alrededor, algo que en un principio nada tendría que ver con su supuesta función de observatorio astronómico. Otro claro ejemplo es Newgrange, en Irlanda, considerado un calendario que marca el momento justo del Solsticio de Invierno. Pero su uso y significado está plagado de simbología, ya no solamente por la gran cantidad de símbolos grabados en muchas de sus rocas, sino por el propio significado de la cámara principal del monumento, que además también era una cámara funeraria. El Sol, máxima representación masculina, accede al interior de una cámara situada en las entrañas de la Tierra y casi con forma de útero, como si de una representación femenina se tratara, justo en el Solsticio de Invierno, momento en el que se considera que el padre Solar vuelve a renacer.
La repetición de los mismos arquetipos
Durante los próximos siglos, los Dioses de las diferentes culturas politeístas y sus atributos prácticamente se repetirían en numerosos lugares y culturas, aunque con diferentes nombres. Así, no es difícil encontrar en varios lugares (pero con diferentes nombres) a Divinidades del Territorio, de la Fertilidad, de la Muerte, de la Luna, de la Guerra, de los Oficios y un largo etcétera. Esto no es casualidad, es algo totalmente lógico en una humanidad que lentamente iba evolucionando y a la que poco a poco le preocupaba las mismas cosas, tenía los mismos miedos y se componía de los mismos arquetipos.
La progresiva desaparición de la antigua religión
Con el tiempo, las nuevas religiones monoteístas y patriarcales (en su mayoría) irían relegando a aquellas viejas religiones politeístas basadas en la naturaleza y la vida del ser humano. A partir de este momento la sociedad sería más manipulable, por el miedo a un Dios castigador y amenazante. Las creencias y la admiración por lo desconocido que llevaron al ser humano a creer en la naturaleza, serían absorbidas por un ente omnipotente y controlador que tenía a determinadas religiones como brazo ejecutor. Las antiguas celebraciones relacionadas con la cosecha y la fertilidad serían cambiadas por las fechas de nacimiento y muerte de sus profetas. Ni tan siquiera los gobernantes de estas sociedades tuvieron tanto poder como sus principales clérigos.
En la actualidad, el ser humano sigue teniendo la necesidad de atribuirle a algo todo aquello que no conoce o no puede comprender. De igual manera a veces nace la necesidad dentro de una persona de conectar con la naturaleza y la magia que le rodea. Por desgracia, muchas personas no saben cómo desarrollar su sistema de creencias porque piensan que cuando se habla de religión solamente se está hablando de una o dos, las mayoritarias, que nada tienen que ver con sus necesidades.
El origen de la palabra religión es religare, es decir, religarse, volver a unirse. En definitiva, desprendernos de la superfluosidad de la vida en sociedad del siglo XXI para volver a reencontrarnos y religarnos con la naturaleza que nos ha dado vida aquí.