Leyendo sobre la formación de nuestro Sistema Solar, no es difícil entender por qué se hizo tan famosa la frase «Somos polvo de estrellas «de Carl Sagan. Porque efectivamente, a una nube de polvo, gas y metales le debemos la formación de nuestra estrella, los planetas y hasta la última molécula que compone nuestro organismo.
Formación del Sistema Solar
Los científicos estiman que la formación del Sistema Solar empezó hace unos 4.600 millones de años (no olvidemos que al Universo se le otorga una antigüedad de 13.800 millones de años). Según se cree, una nube molecular gigante (¿quién sabe si resultante de la explosión de una antigua estrella?) colapsó gravitacionalmente, facilitando que en el centro de la misma se dieran las condiciones necesarias para que una estrella, el Sol, acabara prendiendo.
El proceso de formación del Sistema Solar no es un caso extraño o aislado. Se cree que, generalmente, las estrellas se forman gracias a nubes moleculares gigantes, como nuestra Nebulosa Protosolar. En estas nubes moleculares el material se va aglutinando en diferentes zonas, generando altas presiones. Llega un momento en que la presión, la temperatura y la densidad es tan alta, que se dan las condiciones necesarias para que en ese lugar una reacción nuclear contrarreste esas energías, dando lugar a una nueva estrella.
En el caso del Sistema Solar, tan pronto como nuestra nebulosa colapsó, empezó a girar más rápido. El centro, donde la mayor parte de la masa se acumuló, se volvió cada vez más caliente y cuando las fuerzas actuaron en ella, la nebulosa en contracción empezó a aplanarse, tomando la forma de un disco protoplanetario con una protoestrella caliente y densa, nuestro Sol, en su centro.
La formación de los planetas
De la misma forma que en el Sol se fue acumulando material, aumentando su densidad, en los planetas pasaría algo parecido. Probablemente, los planetas nacerían como granos de polvo, orbitando en el disco protoplanetario alrededor del joven Sol. Poco a poco estos granos irían creciendo en tamaño al atraer a otros granos. Al alcanzar mayor tamaño estos cuerpos colisionarían con otros, destruyendo y formando nuevos objetos de gran tamaño. Así hasta que finalmente fueran quedando los actuales objetos del Sistema Solar.
La zona más cercana al Sol, el Sistema Solar interior, probablemente era demasiado cálido para que se condensaran moléculas volátiles como el agua o el metano, por lo que quedarían en esta zona los cuerpos rocosos. Mercurio, Venus, la Tierra y Marte serían el resultado del material acumulado en esta zona.
Más lejos, en el Sistema Solar exterior, los compuestos volátiles pudieron permanecer sólidos por el efecto de la congelación, dando lugar al conjunto de planetas conocidos como Gigantes Gaseosos. De todos estos gigante, Júpiter y Saturno son los que consiguieron aglutinar mayor cantidad de material, dejando a Urano y Neptuno en un tamaño más reducido, aunque enormes también si los comparamos con los planetas rocosos.
El sistema solar evolucionó mucho desde su formación inicial. Muchas lunas se formaron gracias a discos de gas y polvo alrededor de los planetas a los que pertenecen, mientras que otras lunas se formaron de manera independiente y más tarde fueron capturadas por sus planetas.
En el caso de nuestra Luna, tiene fuerza la hipótesis de que un gran objeto del tamaño de Marte chocaría contra nuestro joven planeta, dando lugar en esa colisión a la Tierra y a la Luna. Esta última sería, por lo tanto, un gran fragmento resultante de esa colisión.
Un gigante llamado Júpiter
Júpiter probablemente tenga mucho que ver en la actual disposición y formación del Sistema Solar. Es tan grande y denso que muchas veces se dice de él que pudo ser una estrella fallida, la cual podría haber llegado a prender como el Sol si hubiera acumulado más masa.
Se cree que Júpiter es el responsable de cosas como la formación del Cinturón de Asteroides que se encuentra entre Marte y Júpiter. Probablemente el efecto gravitacional de este gigante gaseoso impidió que todos esos objetos protoplanetarios (los asteroides) se unieran formando un nuevo planeta.
También se le atribuyen cambios de órbitas de planetas, como el caso de Urano y Neptuno, que podrían estar en un orden diferente al actual. E incluso podría ser el causante del lanzamiento de un meteorito contra la Tierra que causara la extinción de los dinosaurios.