¿Qué diferencia a un montañero de un turista, un senderista o un dominguero? Este domingo lo reflexionaba, porque a veces creo que la línea que los separa se estrecha. Después de unos días dándole vueltas, esta es la conclusión a la que he llegado.
El pasado domingo, a pesar de una predicción meteorológica bastante adversa, intenté junto a mi club de montaña el ascenso al Pico del Lobo saliendo desde un pequeño puerto de montaña cercano a Peñalba de la Sierra. Las predicciones no erraron esta vez y tal cual nos bajamos del autobús, los 42 montañeros nos vimos arrastrados por fuertes rachas de viento que apenas nos dejaban caminar. Intentamos emprender nuestro camino sin mucha esperanza y sabiendo que lo más probable es que nos tuviéramos que dar la vuelta. Llegados a la Morra del Segoviano el viento nos hacía imposible continuar y definitivamente optamos por cambiar nuestra ruta.
Como alternativa a nuestra salida original se nos ocurrió la posibilidad de bajar a Peñalba de la Sierra y desde ahí caminar hasta Cabida en donde nos recogería el autobús, ya que no podía acceder a Peñalba porque la carretera se había helado.
Tengo grabada en mi mente desde entonces, la imagen de 42 personas aproximarnos a toda prisa a Peñalba desde sus praderas, cubiertas de ese blanco aguachinado de nieve de pescadería. Me imagino la escena de cualquier vecino del pequeño pueblo de ganaderos viéndonos llegar, a lo William Wallace con bastones y piolets por espadas y con North Face, Mammut, Helly Hansen y Salomon por Kilt escocesa. ¿Qué pensarían esos paisanos al ver la que se les avecinaba? ¿WTF? hubiéramos dicho en Madrid.
Bueno, cierto es que como cualquier mero turista, preguntamos a los vecinos en dónde se encontraba el bar, por dónde se iba a Cabida y cosas por el estilo. Les meamos los árboles apartados de las miradas y probablemente alteramos la tranquilidad de su día festivo. Pero también es cierto que al llegar al bar cerrado en domingo «»¿esto es España?»», no nos quejamos como hubiera hecho cualquier urbanita, ni exigimos que alguien nos diera de comer. Nos sentamos en la pequeña plaza del bar, la Plaza de Mariano el Depredador y allí nos comimos nuestros bocadillos fríos y tomamos nuestras bebidas calientes.
La escena dominguera se repitió posteriormente en Cabida, al hacer bajar al autobús hasta el centro del pueblo para que nos recogiera en lugar de caminar nosotros 1 kilómetro más arriba, desoyendo los consejos de los paisanos que nos dijeron que no podría dar la vuelta. La cosa nos fue de unos 5 centímetros ya que el autobús pudo entrar, pero luego apenas podía salir.
Y toda esta escena me ha dado para reflexionar durante unos días: ¿somos montañeros o somos domingueros? Porque lo que está claro es que no somos como los montañeros de décadas atrás. Pero entonces me paré a pensar en qué nos había llevado allí arriba ese día y cómo lo empezamos en verdad. Y la realidad es que subimos hasta allí arriba a pesar de que sabíamos que iba a hacer «un tiempo de mierda» porque a nosotros nos gusta ese tiempo y nos gusta la montaña. Nos gusta ver el monte en su máximo esplendor, y eso por lo general suele ser en invierno, con sus cimas nevadas. Y nos gusta sentir en nosotros los elementos y la potencia de la naturaleza, algo que solamente podemos vivir con ese «tiempo de mierda«.
Por lo tanto, aunque a veces se nos olvide, creo que podemos seguir levantando la cabeza para decir que sí, que efectivamente somos montañeros y seguiremos intentando hacer cima aunque la AEMET piense lo contrario.