En plena crisis del coronavirus en España, queda patente como cualquier acontecimiento inesperado puede alterar el ritmo de nuestra vida: aislamiento, colas en los supermercados, síntomas de desabastecimiento, destrucción de empleo y sobretodo saturación en servicios básicos como la sanidad.
Vamos mal encaminados, eso es evidente. Nuestro estilo de vida depende en exceso de una economía globalizada y los efectos que tiene lo que ocurra en otros lugares puede llegar a ser nefasto en nuestra realidad diaria. ¿Cuántos de nosotros tiene un caso cercano de coronavirus a día de hoy? ¿Cuántos familiares o amigos tienes enfermos? Yo no tengo a nadie todavía, afortunadamente, pero es que la inmensa mayoría de la gente con la que hablo tampoco tienen a nadie. Sin embargo todos estamos sufriendo los efectos de algo que solamente conocemos por los medios de comunicación. Todos estamos encerrados, todos tenemos problemas para encontrar cosas en el súper y todos estamos asustados ante la posibilidad de perder nuestro empleo, caer enfermos y tener que acudir a un centro médico saturado o que la psicosis social genere cualquier otro tipo de alarma o acto inesperado.
En las pequeñas economías locales de hace no tantas décadas, una enfermedad como esta no hubiera tenido el mismo nivel de expansión. La producción de alimentos, al estar más repartida entre pequeños agricultores locales y al disponer de más recursos alimentarios dentro de las propias familias, no sería tan crítica a como lo es ahora, momento en el que miles de personas dependemos de 1 o 2 supermercados y de sus recursos. Y la interacción con un menor número de personas en el día a día también ayudaría.
Esto es solo un preámbulo de los efectos que puede acarrear un mundo globalizado, en el que lo que nace como un pequeño problema local se convierte rápidamente en un problema de escala mundial. Es un entrenamiento para el futuro que nos espera y en nuestra mano está ya el empezar a adaptarnos a él y buscarle solución. Con un creciente calentamiento global y un incremento en la cantidad de desastres naturales, las epidemias, los movimientos migratorios, las hambrunas y la dificultad para tener un trabajo estable puede ser algo habitual, por lo que sería conveniente que poco a poco reforzáramos nuestra economía, la convirtamos en local y nos vayamos olvidando de la globalización extrema, la producción en países alejados (aún siendo más baratos) y el turismo poco sostenible.