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El ciclo del año

de administrador

Esta es la bonita historia de amor entre la Diosa y el Dios, relatada por nuestros ancestros a través de la celebración de 8 festividades a lo largo del periodo de un año. La historia está directamente relacionada con la relación entre la Tierra y el Sol, repitiéndose año tras año como ciclos naturales dentro de nuestro calendario.

Las fiestas importantes del calendario de nuestros antepasados giraban en torno a una única y fundamental idea: la alimentación.

Para nuestros ancestros la cosecha era una de las cosas más importantes de su existencia y había que planificar bien todas las actividades a realizar a lo largo del año para poder sembrar y recoger durante el período de fertilidad de la tierra. Sólo así se podría almacenar alimento para los momentos duros del invierno en los que no crecería nada.

No es de extrañar, por lo tanto, que para las religiones paganas (previas al cristianismo) la adoración de la fertilidad de la tierra fuera algo tan importante, y sus celebraciones estuvieran basadas en esos ciclos de bonanza y escasez que se sucedían año tras año. Y es de ahí, de esa mezcla entre las actividades agrícolas, la religiosidad y las deidades, de donde surge la historia de la Diosa (la Tierra) y el Dios (el Sol) y su relación, que se verá repetida cada ciclo anual.

Cuenta la historia que alrededor del 21 de diciembre (festividad del Yule, o solsticio de invierno), la Diosa da a luz a un hijo, el Dios. Esta es una época de gran oscuridad, ya que desde el periodo anterior hasta este momento, los días han ido menguando volviéndose cada vez más cortos. El Yule llega con la felicidad del renacimiento del Sol, recordándonos que la muerte tiene por objetivo el que podamos renacer. Mientras tanto, la Tierra reposa después del parto.

Hacia el 2 de febrero (festividad del Imbolc), la Diosa ya se encuentra recuperada después de dar a luz al Dios. Los días se empiezan a alargar y el Dios crece, convirtiéndose en un joven deseoso. El calor fertiliza la Diosa (la Tierra) haciendo que las semillas germinen y broten de nuevo, encaminándonos al inicio de la primavera.

En torno al 21 de marzo tiene lugar Ostara, o equinoccio de primavera, primer día real de esta estación. A partir de este momento la Diosa cubre todo con su manto de fertilidad y abundancia. La naturaleza se expande con exuberancia por todas partes. El Dios, mientras tanto, camina por los campos sembrados, desarrollándose y madurando. De esta forma la luz gana terreno a la oscuridad y los días se hacen más largos. Tanto la Diosa como el Dios incitan a las criaturas de la Tierra a reproducirse.

El 30 de abril (Beltane) tiene lugar la llegada de la virilidad del Dios. Agitado por la fuerza y la acción de la naturaleza, el Dios desea a la Diosa. Los dos se enamoran y se acuestan en la hierba de los verdes prados para dar rienda suelta a ese deseo. Como resultado de su unión, la Diosa queda embarazada del Dios.

Sobre el 21 de junio llega el Litha, o solsticio de verano. Es en este momento cuando la naturaleza alcanza su punto álgido. La Tierra está bañada de fertilidad por la Diosa y el Dios y la duración de los días ha ganado la partida ampliamente a la oscuridad, siendo en esta fecha el día más largo del año.

El 1 de agosto (Lughnasadh) llega marcado por la recogida de la primera cosecha. Es ahora cuando las plantas de primavera marchitan y dan sus frutos y semillas para que podamos alimentarnos y garantizar futuras cosechas. Pero es también a partir de este momento cuando el Dios empieza a perder su fuerza, las noches se van haciendo más largas y el Sol nace más lejos del sur cada día. La Diosa observa con tristeza como el Dios está muriendo según avanzan los días, pero al mismo tiempo siente con alegría como Él vive dentro de ella como su hijo.

El 21 de septiembre (Mabon o equinoccio de otoño) es la conclusión de la cosecha que se inició en el Lughnasadh. El día y la noche tienen la misma duración, la naturaleza retrocede y recoge su verde preparándose para el invierno y el reposo. El Dios se prepara para morir y emprender rumbo hacia lo desconocido, y un futuro renacimiento a través de la Diosa. La Diosa observa al Sol perder su poder mientras que cada vez lo nota crecer más en su útero.

El 31 de octubre (Samhain) la Tierra se despide del Dios. Es un adiós temporal ya que más adelante volverá a nacer por la Diosa en el Yule, completando así el ciclo del año. La Diosa descansa y se prepara para el próximo parto. Los días se hacen cada vez más cortos y la oscuridad gana terreno. Tiempo de reflexión y de recogimiento.

Es sin lugar a dudas, una bonita historia de amor llena de simbolismo en la que se reflejan claramente los ciclos de la naturaleza y la dependencia del hombre a los ciclos y estaciones naturales. También se trata de una historia que honra a las mujeres, sin las cuáles no existiría la posibilidad del renacimiento del Dios.


Imagen de portada: Foto @dragonoak, distribuida con licencia Creative Commons BY-2.0

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2 comentarios

Alma 28 marzo, 2016 - 8:32 pm

Me ha gustado mucho el artículo. Podrías citar alguna fuente? Al decir ancestros, a qué época te remontas? Gracias

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administrador 28 marzo, 2016 - 9:21 pm

Hola Alma. Me alegro mucho de que te haya gustado el artículo. La historia, tal y como está redactada, puedes encontrarla en la «Guía para el practicante solitario» (de Wicca se entiende), de Scout Cunningham pero el significado de las festividades paganas así como la rueda del año la encontrarás en cualquier libro o web que hable sobre alguna de esas religiones paganas, ya sea la Wicca, druidismo…
En cuanto a la época a la que se remonta esto, a la época de las religiones precristianas. Por lo menos en la Península Ibérica hay indicios de que los Celtas ya eran practicantes de la Vieja Religión y si no me equivoco eso se remonta a más de 1.000 años a.c.

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