Si te has planteado en algún momento dejar la ciudad para irte a vivir a un pueblo pequeño o al campo, probablemente hayas acabado encontrando una serie de pueblecillos o comunas que se hacen llamar ecoaldeas. Su mensaje es muy atrayente: son grupos de personas que viven en pueblos muy pequeños (muchos de ellos estaban abandonados), teniendo como premisa fundamental el respeto por el medio ambiente y utilizan el trabajo como actividad para establecer fuertes relaciones sociales entre sus miembros. Producen únicamente lo justo para vivir, huyen del consumismo y cada cual realiza las tareas que mejor se le dan o que más le gustan. Su trabajo se parece al que realizaban nuestros bisabuelos o tatarabuelos hace años: agricultura, aprovechamiento de los recursos generados por los animales, construcción con los medios disponibles a su alcance, fabricación de productos para la limpieza como jabones, confección de prendas de vestir… A todo esto se le han añadido actividades ecológicas, de esta forma se hace uso de energías renovables, se recicla y se aprovecha todo lo que se desecha.
Este tipo de aldeas están llamando la atención de muchas personas, sobretodo de parejas todavía muy jóvenes con algún hijo pequeño que se encuentran en el paro y que decepcionadas con la falta de oportunidad en la ciudad ven una posible salida en el campo. Si no tienes nada en la ciudad, tampoco tienes nada que perder en el campo y la tranquilidad que ofrece un pueblo no se puede encontrar ni por asomo en la ciudad. Pero hay que tener cuidado con este tipo de vida ya que no necesariamente es lo que buscas y te puedes dar un buen batacazo.
No hace falta haber vivido en una ecoaldea para ver lo que es y cómo funciona. Basta con leer un poco sobre ella y ver algún programa en televisión para conocer sus características. Y es que para mí, el cambio más profundo de vivir en un lugar como este no es precisamente el cambio de lugar. Este es bastante llevadero. Salir de Madrid e irte a vivir a un pueblo puede ser muy agradable. Lo que verdaderamente te puede romper los esquemas es la forma de vivir, más parecida a las antiguas comunas hippies que a la vida en cualquier otro tipo de aldea (sin el eco delante). En muchas de ellas las viviendas son compartidas entre varios de sus miembros, por lo que la intimidad es diferente a la que puedas tener en tu casa. El trabajo es compartido por lo que debes tener la suficiente voluntad para colaborar en las tareas y a la vez la mente lo suficientemente abierta como para aceptar la forma de hacer de los demás. Las decisiones se toman por votación, por lo que no es lo mismo tomar una decisión en tu casa con tu pareja que tomar una decisión entre 30 personas. Se espera de ti una implicación a nivel personal, como es lógico, ya que vas a compartir tu vida con toda esta gente. Es normal que ellos esperen cierto nivel emocional por tu parte y que tú lo esperes también de ellos. Con buen criterio, las ecoaldeas son grupos relativamente pequeños, imagínate lo que podría pasar en un grupo de trabajo comunitario de más de 100 personas.
Es decir, vivir en una ecoaldea implica una forma de vida diferente pero ni es una salida al paro en la ciudad ni es algo parecido a irte a vivir a un pueblo. Si lo que te gusta es eso, el pueblo, aun estando en el paro puedes encontrar un alquiler asequible en él, ponerle imaginación, empezar a buscar algún trabajillo y vivir con menos que en la ciudad.
A modo de ejemplo os dejamos con este interesante ejemplo del programa El Escarabajo Verde de TVE, en el que se habla del fenómeno de las ecoaldeas y de la idealización que pueden tener algunas personas de ellas. ¿Qué opináis? ¿Creéis que el protagonista del vídeo está preparado para vivir en una ecoaldea?