La semana pasada fuimos testigos de muy malas noticias para el medio ambiente en nuestro país. Esos señores del gobierno que tanto saben y que tanto se preocupan por nuestras necesidades, están apostando por la búsqueda de petróleo y gas en territorio nacional. Esa búsqueda ya les lleva a lugares y técnicas que hasta ahora ni se nos pasaban por la cabeza. Sí, hablamos de la búsqueda de petróleo en auténticos santuarios para la fauna marina como son las islas canarias y de técnicas tan agresivas con el subsuelo como es el fracking.
Reducir la dependencia energética que tenemos de otros países, dicen, es una cuestión de seguridad nacional. Para mí, una cuestión de seguridad nacional, es disponer de acuíferos limpios y potables de los que poder beber, un suelo estable sin seísmos inducidos por el hombre, un mar sin chapapote y un turismo que se sienta atraído por nuestra riqueza natural y cultural. No es la seguridad nacional la que está en juego, si no la seguridad de que las petroleras sigan haciendo negocio y la seguridad de que nuestros gobernantes tengan un puesto de consejero en ellas después de “cumplir con sus funciones” en el estado.
El fracking no es una tontería y hay muy poca gente que sabe de qué va el rollo. De eso se aprovechan las compañías gasísticas, de la ignorancia del ciudadano y de la falta de información. No hemos visto sus consecuencias porque no había llegado a España todavía, pero en muchas regiones de Estados Unidos ya hace tiempo que conocen sus consecuencias. Podéis ver el documental Gasland si queréis un ejemplo de ello.
https://www.youtube.com/watch?v=VEaNLaSFFl8
La reciente película de Tierra Prometida de Matt Daemond también habla de ella. Hace poco vimos las consecuencias que puede tener la inyección de determinados productos en el subsuelo. Las pruebas en el almacén de gas Cástor, delante de las costas de Tarragona, provocaron numerosos seísmos que dieron un buen susto a la población y que obligaron a detener los trabajos en el mismo por el riesgo que conlleva. El fracking no inyecta gas bajo el suelo, pero si inyecta toneladas de aguas y productos químicos que deshacen todo lo que hay debajo. Es incluso peor.
Si hasta ahora la extracción de gas era como encontrar un globo, pincharlo y extraer lo que queda dentro, el fracking es como coger una bayeta y escurrirla. Es sacar hasta la última gota de gas que existe bajo la tierra. Las técnicas son agresivas. Su objetivo: romper la piedra de pizarra que existe bajo el suelo para que libere el gas de que dispone. Para ello se inyecta agua, arena y químicos a la máxima presión; esto supone un derroche de millones de litros de agua, un desequilibrio en la estructura del subsuelo, el uso de sustancias contaminantes que pueden llegar a los acuíferos subterráneos y el retorno de un líquido con metales pesados propios de la pizarra (como plomo, mercurio, uranio o radón). En muchos lugares está radicalmente prohibido y las comunidades y regiones que lo conocen se oponen a su aplicación.
Dicen que la extracción de gas y la de petróleo de las canarias se harán bajo las máximas medidas de garantía y de seguridad. ¿Quién velará por esa seguridad? ¿La propia petrolera? Si todavía hoy no somos capaces de controlar un proceso como el nuclear que se desarrolla dentro de una central. ¿Cómo vamos a garantizar que no hay riesgo de contaminación una actividad sobre la que no tenemos control ni vemos sus efectos? Esos procesos químicos ocurren a muchos cientos de metros bajo nosotros.
Queremos soluciones a largo plazo
¿Cuánto tiempo vamos a seguir esforzándonos por extraer petróleo y gas? ¿Para cuánto tiempo nos quedan combustibles fósiles? ¿50 años quizás? ¿Y después qué? Seguir por este camino es comida para hoy y hambre para mañana. Dentro de 50 años no quedará ni petróleo ni gas. Pero ya no solo eso. Tampoco quedará ni agua potable ni suelo limpio del que poder obtener alimentos sanos. El uso de pesticidas y la aplicación de técnicas como esta no van a dejar ni un metro cuadrado de tierra que no esté sobreexplotada.
Mal futuro nos espera si no somos capaces de darnos cuenta de que hay que frenar el carro y que hay que cuidar el planeta. Esto ya no da para más, estamos en el límite del agotamiento de los recursos. Tenemos que centrar nuestros esfuerzos en una sola cosa: tratar de dejar atrás los combustibles fósiles e impulsar definitivamente las energías renovables. Es la única forma de garantizarnos una continuidad.
Va siendo hora de hacer entender a nuestro gobernantes que sobre nuestro suelo decidimos nosotros, los ciudadanos, que padecemos las consecuencias de sus decisiones. El suelo no es suyo, es nuestro, y nadie tiene derecho a destruirlo. Basta ya de esa milonga de que ellos son la voz del pueblo porque han sido elegidos democráticamente. Yo no he votada a esa panda de imbéciles, así que no tienen derecho a hacer nada en mi nombre. Ha llegado el momento de entender que nuestro verdadero oro negro son nuestros recursos naturales y el turismo que viene a verlos.