Cuenta la leyenda que, hacia el siglo XIX, un importante burgués industrial se salvó de ser aplastado por una de sus máquinas gracias a la rápida actuación de uno de sus trabajadores. Éste, tremendamente agradecido con su subordinado, tuvo a bien regalarle lo que el peón quisiera, independientemente de su precio.
-Y bien, hijo, ¿Qué quieres que te regale en muestra de agradecimiento? ¿Qué te haría verdaderamente feliz?-
-Me haría especialmente feliz poder abrazar a mi hijo, el cual tuve que mandar con sus tíos a cientos de kilómetros para que no muriera de hambre aquí- dijo el peón.
-Lo comprendo- dijo el otro –pero no puedo hacer que tu hijo venga. Seguro que hay alguna otra cosa que te haga realmente feliz-
-Sí claro. Me fascina escuchar tocar una guitarra, una flauta o una gaita, tumbado a la sombra de un árbol centenario-
-Compañero, hay miles de árboles ahí fuera bajo los que te puedes tumbar. Solamente hace falta que le pidas a un conocido que toque para ti. Pero a mí me gustaría regalarte algo, algo que desees verdaderamente-
-Vale, ya sé. Deseo reunirme con mi familia, entorno a la mesa en la que poder comer, beber, conversar, discutir y escuchar-
-Pero yo no puedo comprar una charla con tu familia. Basta con que les llames y les invites a comer. ¿Es un gran banquete lo que deseas?-
-No porque soy más feliz tomando un gran tomate maduro de mi huerta, regado con el aceite de mi olivo que comiendo un cochinillo entero-
-Pero si ya tienes tomates en tu huerta, ¿qué otra cosa podría regalarte que te hiciera feliz? Piensa, por favor-
-Lo que más feliz me hace es cuando, al salir de su fábrica, llego a casa, en la que me espera mi mujer con los brazos abiertos, ansiosa por besarme hasta dejarme sin aliento-
-Estimado amigo, si ese hubiera sido tu deseo yo podría haberte pagado todas las mujeres que quisieras. Seguro que hay alguna otra cosa que pueda hacerte feliz, ¿no es así?-
-Tomar un café en un bonito rincón, una reunión, un paseo, soñar, respirar el olor a salitre del mar, tomar el sol… Mire señor, hay muchas cosas que me hacen tremendamente feliz. Pero he aprendido, que lo que me hace feliz es tan simple que no es posible comprarlo con dinero. Así que si de verdad quiere hacerme feliz, no me regale nada. Coja su dinero y guárdelo, ya que cualquier cosa de valor que me regale hará que pierda mi libertad, la libertad de no necesitar ni depender de absolutamente nada.
Y fue de esta forma como el empresario aprendió dos cosas:
La primera es que lo que hace verdaderamente feliz al ser humanos son las cosas sencillas de la vida.
Y la segunda fue darse cuenta de que tenía que poner a trabajar su creatividad para seguir inventando nuevas necesidades para el hombre, porque el día que éste supiera que en lo sencillo está la felicidad, él estaría perdido.
Basado en La Fertilidad de la Tierra. Gustavo Duch. Marzo 2014.