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Los niños y la naturaleza

de administrador

Todos los animales, incluido el ser humano, necesitan desde su nacimiento activar una serie de códigos genéticos que le permitan desarrollar toda su maquinaria de aprendizaje y poder empezar a desenvolverse en el mundo. Estos códigos son, en su esencia, reflejos naturales que necesitan el contacto directo con el mundo físico (es decir, la naturaleza) para ser activados. Las personas, al igual que los animales, deberíamos aprender en nuestros primeros años de vida, cómo es el mundo teniendo un contacto directo con la naturaleza en lugar de hacerlo en aulas y hogares artificiales.

 

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A un niño se le debería enseñar cómo es un árbol solamente en el campo, permitiéndole observarlo, tocarlo y verlo en su contexto natural, rodeado de otros árboles, flores y vegetación, viéndolos de forma aislada y en su conjunto. Y es así, arrancando hojas, tocándolas, oliéndolas y mordiéndolas, como un niño debería aprender, sumergiéndose en la realidad más que en la artificialidad de las fotografías de un libro o de las imágenes de la televisión. Es de esta forma como, de manera natural, descubrirá qué es un árbol o una hoja y no lo olvidará nunca más, ya que tendrá asociados al concepto sólidos elementos sensoriales fruto de su experimentación.

La experimentación, cuando se trata de algo nuevo, diferente y llamativo, despierta la curiosidad y produce emoción. Y esa curiosidad es la clave de la atención que pone en marcha los mecanismos neuronales del aprendizaje y de la memoria. La atención es como un foco que ilumina ante nosotros, dejando en penumbra todo lo demás. Y de ahí que sea tan importante mantener viva esa atención mediante la curiosidad, en lugar de tratar de hacerlo mediante el castigo que supone la obligación de memorizar algo en un colegio que no despierta interés y que tiene como único objetivo aprobar una asignatura.

Fomentando el aprendizaje

Impulsemos su experimentación, ayudemos a su curiosidad, generemos su atención y fomentemos su aprendizaje. Salid al parque todos los días, dejadlos que se rebocen de arena, que se tiren por el tobogán y que se llenen las manos de tierra. Llevadlos a la playa, llevadlos a la montaña, salid todos los fines de semana fuera de la ciudad. Olvidaos de los centros comerciales, pasad del cine y de las tablets, de las consolas y de la tele. Haced manualidades, recoged hojas de la calle, salid a saltar en los charcos cuando llueva y llenarse de barro las botas. Jugad a pelota con ellos, llevadlos en bicicleta, salid a correr y dejad el coche aparcado en el garaje durante un rato. Buscad un huerto en el barrio, enseñadle como se plantan las hortalizas, comprad en un mercado de barrio y olvidaos de las grandes superficies y los supermercados. Dejad que acaricien a un perro, explicadles cómo vuelan los pájaros, llevadles a ver vacas en el monte en lugar de repetirles siempre que no se acerquen a un animal.

Dejad que aprendan lo importante de la vida, pero no os equivoquéis. Lo importante de la vida no es aprender a hablar inglés con 3 años, sino que lo importante de la vida es observar, experimentar, aprender y ser feliz.

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